UN COMERCIO A DOS VELOCIDADES

Desde la eliminación del cepo cambiario y otras medidas regulatorias del comercio exterior, se observa, como era de esperar, un importante crecimiento en el volumen del intercambio comercial de Argentina con el mundo. Tanto las exportaciones como las importaciones han mostrado un dinamismo importante dadas las nuevas condiciones. Sin embargo, la intensidad de los aumentos no viene siendo homogénea y las compras de productos al resto del mundo se expanden a un ritmo considerablemente más acelerado que el de las ventas de Argentina hacia el mundo. Esta diferencia de velocidades en el comercio exterior configura un desequilibrio comercial creciente que colabora a incrementar el déficit de cuenta corriente para el cuál debe conseguirse financiamiento.

Los resultados del mes de abril dieron cuenta de un aumento de las importaciones del 22,7% mientras que las exportaciones crecieron 6,2%. Es decir que, en el cuarto mes del año el ritmo del aumento de las importaciones fue casi cuatro veces superior al de las exportaciones. Este comportamiento resultó en un déficit comercial para abril de 938 millones de dólares. Con estos datos mensuales, el resultado acumulado al primer cuatrimestre del año fue de exportaciones por un total de 19.574 millones de dólares e importaciones por 22.994 millones de dólares, dando por resultado un déficit comercial de 3.420 millones de dólares, lo que implica un crecimiento del rojo comercial del 170%: un número preocupante.

Lo que resulta interesante es analizar si el comportamiento del intercambio comercial responde a un fenómeno de empeoramiento de los términos del intercambio, por una caída en el precio de las exportaciones o un encarecimiento de los productos importados, o si, por el contrario, se encuentra explicado por cambios en las cantidades comerciadas y términos de intercambio estables o positivos.  Así, se encuentra que, durante los primeros cuatro meses del año, las exportaciones tuvieron un crecimiento interanual del 11% mientras que las importaciones aumentaron un 21,5% en dólares. En cuanto a los precios, la variación fue positiva para ambos, aunque tuvo un mayor impulso para las exportaciones: el precio promedio de los productos vendidos por la Argentina tuvo un incremento interanual del 6,7% mientras que las importaciones se encarecieron en promedio un 2%. Es decir que los términos de intercambio continúan jugando a favor de la economía argentina, al mostrar un aumento aproximado del 4,5% respecto al primer cuatrimestre del año pasado.

De esta manera, es evidente que el incremento en el déficit comercial responde a un diferencial en las cantidades comerciadas y no en los precios. En los primeros cuatro meses del año, las cantidades exportadas por Argentina crecieron un 4,1% mientras que las importaciones tuvieron un crecimiento del 19,3%, es decir que tuvieron un crecimiento casi cinco veces superior. Un factor crucial para explicar este pobre comportamiento de las cantidades enviadas al exterior es el clima. La sequía (seguida de cuantiosas lluvias que terminaron por arruinar parte de la cosecha) que vivió la zona núcleo de la pampa húmeda fue una de las más importante de los últimos 50 años y generó pérdidas de aproximadamente 20 millones de toneladas de soja y también en la producción de maíz. Cálculos sencillos dan cuenta de una pérdida de entre 8.000 y 10.000 millones de dólares por la menor producción del sector agroindustrial y exportación de la oleaginosa y sus transformaciones industriales (harinas, aceites y biodiesel). De esta manera, y matizando algo la preocupación, es innegable el efecto negativo del clima en la dinámica exportadora, fenómeno que se espera no vuelva a repetirse (al menos en esta intensidad) en las próximas campañas. Sin embargo, si excluyéramos del análisis a todo el complejo agroindustrial encontraríamos que las manufacturas de origen industrial crecen en cantidad a una velocidad del 13%, por lo que la dinámica sigue siendo positiva pero menor a la de las importaciones. Esto implica que el problema del desbalance comercial responde a factores más estructurales, y no se encuentra explicado por un fenómeno que podría ser considerado transitorio como una fuerte sequía o un empeoramiento en los términos del intercambio.

Un dato positivo para resaltar es el comportamiento de los envíos de Combustibles y energía, que se incrementaron casi 50% en los primeros cuatro meses del año, medido en cantidades y un 80% en términos de dólares ingresados. Si bien esto es un dato muy positivo, revertir la crisis energética llevará largos años debido al lento proceso de recuperación del sector y la importancia de la caída observada desde el año 2006. En términos sencillos, no es razonable esperar que con la normalización tarifaria se recuperen inmediatamente los volúmenes exportables del sector energético y se cuente con suficientes dólares como para hacer frente a un crecimiento tan acelerado de las importaciones.

Por otro lado, si bien algunos analistas hacen mucho hincapié en los recientes cambios en la cotización del dólar y el efecto sobre el tipo de cambio real, no es esperable que un cambio de precios relativos tenga efectos reales a tan corto plazo. Hay que tener en cuenta que el comportamiento del intercambio comercial responde en el corto plazo al nivel de actividad y la variación de precios internacionales mientras que en el largo plazo depende de la asignación de factores productivos entre sectores transables y no transables. En esta asignación juega un papel importante la relación de precios relativos y, por ende, el tipo de cambio real. Para que estos cambios se lleven a cabos es necesario un comportamiento del tipo de cambio real sostenible en el tiempo, por eso no es de esperar que movimiento de corto plazo tengan efectos sobre la balanza comercial en lo inmediato.

Con una proyección de estabilidad en los términos de intercambio, estimamos que el desbalance comercial continuará agravándose en lo que resta del año y podría cerrar en un déficit de 14.500 millones de dólares, equivalente al 2,5% del PBI. De esta manera, el déficit de la cuenta corriente que fue del 5% durante el año pasado, podría llegar al 6% del PBI. Esta tendencia seguirá ejerciendo presión sobre la cotización del dólar lo que, sumado a la volatilidad internacional, podría configurar escenario de volatilidad como los vividos recientemente. Justamente para enfrentar de manera más sólida estos posibles escenarios, el gobierno decidió recurrir al acuerdo con el FMI. Más allá del financiamiento otorgado por la institución internacional, lo más importante es el programa que se acordará con las autoridades locales para intentar cambiar los fundamentos que están detrás del desequilibrio comercial. Llevarlo a cabo de la manera menos traumática posible, es el desafío de economía política más importante que tiene el gobierno.

Fuente: Invecq

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