¿Y si no se rebajan las retenciones y sus fondos se destinan a financiar a la agroindustria?

Los productores agropecuarios gozan hoy de una ventaja cambiaria significativa. En un contexto macroeconómico difícil, se deben analizar alternativas que revisen la política de derechos de exportación, ponderando el éxito reciente de las rebajas al incrementar el volumen de producción agropecuaria, aunque también considerando que la salida de la crisis requiere de un esfuerzo compartido de parte de todos los actores económicos.

El proceso de desgravación a las exportaciones primarias agrarias mejoró sustantivamente la ecuación económica del sector agropecuario. Para los casos del trigo y del maíz la quita de las retenciones ya se verificó en su totalidad, y dejaron de abonar el 23% y 20% respectivamente desde el año 2016. Por su parte, la soja inició un proceso de rebaja arancelaria de medio punto porcentual mensual, partiendo de las tasas originales del 30% para el poroto de soja y 27% para sus subproductos.

Este incremento en los precios netos percibidos por los productores tuvo un considerable correlato inmediato en las inversiones y en el dinamismo del sector, atemperada únicamente por factores climáticos negativos.

La confluencia de la reducción en los derechos de exportación con la reciente y potente devaluación del peso argentino, exacerbó la mejora en el resultado económico del campo.

El análisis del tipo de cambio real multilateral (tipo de cambio versus los socios comerciales argentinos ajustado por inflación) aplicando la mejora por la rebaja de las retenciones, indica que los productos del agro tienen a la fecha una ventaja cambiaria frente a diciembre de 2015 del 60% en el caso del maíz, 66% para el trigo y 44% para la soja, que avanzando con el cronograma de desgravación terminará alcanzando una mejora total del 50%.

Si bien el Gobierno parece poco dispuesto a modificar el esquema de desgravación anunciado, atendiendo al evidente éxito en la medida sobre el volumen de producción y a la voluntad de agregar previsibilidad a su política económica, la coyuntura actual requiere de un esfuerzo compartido de diferentes sectores.

Fuente: Invenómica con datos del BCRA.

Existen variados escenarios intermedios entre sostener el actual sendero de reducción de alícuotas y su eliminación lisa y llana (o eventual vuelta atrás en las rebajas). Aquí tan sólo se plantea una alternativa.

Son conocidos los efectos negativos y positivos de los derechos de exportación, fundamentalmente en economías con sectores con un marcado diferencial de competitividad entre un sector importante y el resto. Adicionalmente, cuando los productos exportados también son usualmente consumidos localmente, cumplen un rol antiinflacionario relevante generando una brecha entre el precio internacional y el local. Su capacidad recaudadora también es una cualidad distinguida, y es una cuestión no menor en una coyuntura de déficit fiscal no menor.

Quizás unos de las bondades más significativas de los derechos de exportación es el incentivo a agregar más valor en etapas productivas posteriores, industrializando en mayor medida la producción primaria y así evitar el peso de la carga fiscal.

Si se limitara o modificara la reducción en los derechos de exportación, aceptando una realidad económica difícil, pero dirigiendo los fondos al mismo sector agroindustrial en economías regionales o segmentos con mayores niveles de industrialización, se lograría imponer la idea de que hay un esfuerzo social compartido, se aprovecharía buena cantidad de las cualidades económicas del instrumento y, fundamentalmente, se lograría potenciar la generación de valor agregado del complejo agroindustrial.

En un contexto de fuerte escasez de financiamiento en cantidad y tasas, si se restringiera la rebaja en las alícuotas de los derechos de exportación y se redirigieran esos fondos a otorgarle créditos a las economías regionales o sectores industriales intensivos en el uso de productos agrícolas, se generaría un impacto de trascendencia en el segmento agroindustrial.

Por caso, 1 punto porcentual de retenciones sobre el complejo exportador sojero representa alrededor de 155 millones de dólares y podría incrementar en un 1,9% anual los créditos a los cultivos agrícolas y a la producción de alimentos. Si se suspendiera la rebaja en los derechos de exportación a la soja manteniendo el ajuste incorporado hasta la fecha, con los valores de diciembre de 2019 se generaría un fondeo anual de 1.400 millones de dólares, que implicaría un incremento del 17% en el stock de créditos a la agroindustria. Es decir, en tres años se engrosaría el financiamiento al sector en aproximadamente un 60%.

Fuente: Invenómica.

Financiar a tasas reales negativas y de forma masiva a proyectos regionales, Pymes o de industrialización de bienes agrícolas primarios, tendría derivaciones trascendentes sobre el entramado productivo argentino. Incrementaría la producción local de alimentos con mayor valor agregado y mejoraría en el mediano y largo plazo la balanza comercial y de empleo del país. Asimismo, la mayor producción de manufacturas de origen agropecuario aumentaría la oferta disponible para el consumidor local y, nuevamente, restringiría el envión inflacionario.

Tampoco se pueden soslayar que contar con un sector industrial local altamente demandante de insumos agropecuarios le agregaría al sector, en una medida limitada, una demanda más sostenida y aislada de la volatilidad de precios a nivel internacional.

Si bien limitar la rebaja en los derechos de exportación conllevaría un menor precio neto para el productor en el corto plazo, el hecho de que el diferencial contribuya a financiar a su propio sector en el sentido amplio, a su expansión y a su demanda final, aportaría a componer un sendero de desarrollo sostenido de largo aliento para la agroindustria.

El sector agropecuario es un campeón nacional que debe contribuir con el desarrollo del país y adaptarse a las circunstancias de la economía en general, pero al que también hay que potenciar con medidas que incentiven su generación de valor.

En un contexto restrictivo para el financiamiento, volcar esta masa de recursos directamente al mismo sector, pero en etapas que involucren mayor valor y empleo agregado, sería trascendente para la agroindustria y fortalecería su capacidad de tracción del resto de la economía argentina.

Fuente: INVENOMICA

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