Todo déficit fiscal termina en deuda o inflación, según como se financie, y su persistencia, en crisis inflacionaria o default. Dado el riesgo, es simple entender porque los países buscan limitar el déficit fiscal, y en el otro extremo, porque Argentina vive de crisis en crisis.
A modo de ejemplo, el déficit fiscal máximo tolerado para los países miembros del Euro es de 2% del PBI. Una regla simple que otorgue garantías de estabilidad económica y monetaria a todo el bloque.
El límite de 2% del PBI no es casualidad. Simplificando, si el Estado tiene un déficit similar a la tasa de crecimiento económico, la magnitud de la deuda en proporción a la economía se mantendrá estable. En números, si la economía crece al 2%, un déficit fiscal de 2% del PBI se podrá financiar colocando deuda, sin alterar la capacidad de pago de la deuda pública.
Italia presentó un presupuesto con un déficit de 2,4% del PBI para 2019, y la Unión Europea exigió rever el presupuesto y prometió sanciones de no responder a las advertencias. En Latinoamérica, países como Chile, Colombia o Perú también tienen déficit fiscal cercanos a 2% del PBI.
Ahora bien, Argentina, asechada por el populismo, nunca tuvo regla fiscal alguna. Todo lo contrario, entre 1960 a 2018 observó un déficit fiscal crónico promedio de 4,4% del PBI, mientras que la tasa de crecimiento promedio no llega a +2,4% del PBI, en igual periodo.
Este déficit fiscal se cubrió persistentemente dándole a la maquinita, aumentando la cantidad de dinero en mayor proporción al ritmo de crecimiento de la economía, generando la esencia misma de la inflación crónica de los últimos 70 años.
Los actuales números son peores al promedio histórico. Argentina lucha por bajar un déficit fiscal de 7% del PBI, pero ahora en el marco de un estancamiento económico que lleva 7 años, u 8 con 2019. La magnitud pone en evidencia que el problema escaló la última década, particularmente desde el último gobierno Peronista bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuando arrancó un nuevo frenesí de gasto público.
En pocos años elevó el gasto público en más de 13% del PBI a un total de 42% del PBI, elevando el déficit fiscal a 7,0% del PBI para fin de su mandato en 2015. Para financiar este déficit, no sólo recurrió a la emisión monetaria y a todas las reservas disponibles en el BCRA, sino que además estatizó los fondos de las AFJP.
Posteriormente, pese al cambio de gobierno, el déficit fiscal todavía estaba en 7,0% del PBI antes de tocarle el timbre al FMI. Tras la crisis del gradualismo y bajo la nueva tutela del FMI, ahora buscará bajarlo a 3,7% del PBI para 2019, entre nación y provincias.
Aún si lo cumple, la magnitud del déficit en 2019 no sólo será similar al déficit histórico de la economía argentina de los últimos 60 años (4,4% del PBI), sino que todavía es casi el doble del máximo tolerado entre los países miembros del Euro (2,0% del PBI).
En definitiva, Argentina vive en una eterna crisis económica casi desde el fin de la posguerra. En dicho periodo, decidió no sumarse al renacer del comercio internacional, dejando pasar el momento ideal para poner nuevamente las exportaciones como motor de crecimiento. Decidió mantener cerrada la economía, supuestamente bajo el calor de la sustitución de importaciones, pero sin descartar que fuese una simple conveniencia política, dado que el populismo sólo sobrevive en economías cerradas.
El estancamiento económico no tardó en llegar. Pero lejos replantear el modelo de fondo, sólo empezó a tapar la falta de crecimiento económico con el placebo del gasto público. Desde ahí que Argentina vive con eternos déficits fiscales, que financia con inflación o deuda, alternando de crisis en crisis.
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Nota se publicó en Ámbito financiero el 18/12/2018
https://www.ambito.com/el-deficit-fiscal-un-pais-normal-n5006025
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