Uno de los principales debates en la actualidad se refiere al
impacto de los movimientos de precios internos sobre los
segmentos socioeconómicos más vulnerables de la población.
La particularidad de la inflación desde 2016 es que se registra
mayor dispersión entre segmentos diferenciados de productos.
Afectó en mayor medida a los precios de los alimentos, los
mencionados servicios públicos y también a los medicamentos.
En particular, el consumo de bienes y servicios relativos a la
salud tiene un carácter distintivo sobre los demás, dadas sus
características de baja elasticidad de demanda respecto a la
magnitud en las variaciones de sus precios, Esto se debe a que
se trata de productos esenciales e insustituibles.
Otro factor no menor tiene que ver con la incidencia de
aumentos bruscos de precios sobre poblaciones de riesgo. Sin ir
más lejos, la estructura de gastos de los jubilados correlaciona
poco con los patrones de consumo definidos según el IPC.
En ese sentido, la principal inconveniencia de la nueva fórmula
de ajuste de jubilaciones, como método para indexar ingresos,
tiene que ver con la baja representatividad de este índice
respecto a las canastas de consumo real de los adultos mayores.
Este debate se da en el marco de un proceso de alta persistencia
inflacionaria, donde el nivel general mantiene una tendencia a la
aceleración y ni siquiera se atenúa la “inflación núcleo”.
A modo de estudio de campo, en este informe estudiamos la
evolución del costo de las prepagas de salud. Asimismo,
actualizamos los números de nuestro relevamiento sobre más de
120 drogas de consumo masivo, en función al precio de venta de
remedios a consumidor final.
A partir del mismo, se registró un incremento del orden del 188%
en los últimos tres años, esto es, un alza casi 25 puntos
porcentuales mayor que el avance que registró la inflación del
índice de CABA, para igual período.
En el detalle, se destacan las subas más pronunciadas en
medicamentos para las tiroides (+320), ansiolítico (+317%),
analgésicos antiespasmódicos (+299), hipocolesterolemiantes
(+254%), corticosteroides (246%) y broncodilatadores (+229%).
Otro impacto relevante sobre el gasto familiar en salud, se
vincula con los aumentos en prepagas. A pesar de que las
empresas se enfrentan a una menor demanda, buscaron
compensar vía precios la merma de ingresos. Así, en el
acumulado desde febrero de 2016, el aumento en la cuota fue del
165,3%, esto es, 22 puntos porcentuales por sobre la inflación.
Asimismo, más del 15% de los productos de nuestro
relevamiento sufrieron un descenso de cobertura por parte del
PAMI. En cierto grupo de riesgo de adultos mayores, como son
aquellos con patologías depresivas, la afectación es de casi un
50% de incremento por quita de cobertura.
No obstante, debido al carácter inelástico de la demanda de
estos productos, la industria farmacéutica continuó registrando
importantes aumentos en la facturación.
Por caso, el volumen comerciado en pesos aumentó 17,3% en los
primeros seis meses del año. En contraste, el segmento de
reventa de remedios importados trepó 26,9% en igual período.
Con todo, el incremento de precios por sobre el avance en el nivel
de ingresos determinó que el poder de compra de una canasta
representativa de medicamentos decreciera un 33,5% en
relación al salario mínimo, un 30,1% en comparación a la
asignación por hijo y 18,4% respecto a la jubilación media.