La importancia de los apoyos sociales
Introducción Entre los diversos enfoques que abordan el bienestar humano, la perspectiva del Desarrollo Humano entiende particularmente el desarrollo de las personas como la realización plena de sus capacidades, colocando así la calidad de vida en el centro de las preocupaciones y promoviendo el enriquecimiento de las capacidades humanas y la expansión de las libertades reales de las personas como objetivos de desarrollo (PNUD, 2000). Desde esta posición, se concibe la calidad de vida o bienestar como un fenómeno integral, que comprende no solo las condiciones materiales de vida sino también, y especialmente, la sociabilidad y la sensación de bienestar o de satisfacción con la vida que experimentan las personas; en el caso del presente trabajo, las personas mayores. Desde hace varias décadas –es importante recordarlo– distintas ciencias sociales han concurrido en el interés por explicar las condiciones que permiten a los individuos desenvolverse como personas felices, socialmente implicadas y miembros de comunidades más prósperas y satisfechas. Desde el campo de la economía, una de las tesis más difundidas se ha inclinado por asumir el bienestar material como una condición previa de la satisfacción subjetiva, suponiendo que los cambios en la “felicidad” están directamente relacionados con los niveles de crecimiento económico de un país. Si bien es indudable que el crecimiento económico forma parte de los componentes del bienestar humano, no siempre se traduce en iguales índices de calidad de vida, pues estos pueden verse deteriorados por el aumento de las desigualdades sociales (Gluzmann, 2013). Es decir, aunque la teoría de la “Economía de la felicidad”1 ha sido superada por perspectivas más complejas e integrales del fenómeno, no puede desestimarse la hipótesis de que mejores condiciones materiales de vida en las personas inciden positivamente en su bienestar subjetivo. Ahora bien, el acrecentamiento de bienestar en los seres humanos ha sido y continúa siendo fundamental en las reflexiones sobre una sociedad mejor. Desde principios del siglo XXI, en la elaboración de sus índices para una vida mejor, organismos como la ONU o la OCDE incorporan medidas de bienestar en sus índices de progreso, siendo de particular interés los estudios acerca de qué hace felices a las personas y cómo medirlo.
Diversas son las perspectivas de abordaje a este tema, ya centren su interés en el progreso ético o moral, en el progreso material o económico (capacidad de consumo y satisfacción de necesidades materiales) o en el progreso social (existencia de condiciones mínimas consideradas necesarias para el bienestar). Con todo, una preocupación creciente en el bienestar experimentado por las personas pone de relieve el enfoque del bienestar subjetivo (Rojas, 2009a), el cual se centra en el bienestar que experimenta el sujeto, esto es en experiencias de vida de las personas concretas. En esta perspectiva se distinguen tres tipos de experiencias constitutivas de la naturaleza humana: a) la experiencia hedónica, referida a vivencias placenteras y/o dolorosas, basadas en el uso de los cinco sentidos; b) la experiencia afectiva, concerniente a los afectos positivos y negativos identificados por la psicología, es decir, las emociones y los estados de ánimo; y c) la experiencia cognitiva, relativa a la situación de proponerse metas y tener aspiraciones que alcanzar, así como también tener éxito en lo que se emprende. Uno de los propósitos del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores es conocer las características de este grupo etario en términos de bienestar subjetivo, atendiendo a las premisas de trabajar por una sociedad donde se evite la insatisfacción generalizada o estructural de la vida. En esta orientación es que se sostiene una especial atención a las desigualdades en todas las áreas de apreciación del progreso, midiéndose la desigualdad y la exclusión en dimensiones como la salud, la felicidad, las relaciones humanas, etc. (Rojas, 2009b). En consecuencia, desde este enfoque, el bienestar subjetivo implica el progreso hacia una situación donde las personas se hallan más satisfechas con su vida, pues el bienestar personal ya no depende solo de la satisfacción económica, sino también de la satisfacción en muchos dominios de la propia vida. Entre estos, se puede mencionar la satisfacción familiar, la satisfacción con la salud y con la disponibilidad o el uso gratificante del tiempo libre, además de la satisfacción laboral, la económica y la relevancia que adquiere la satisfacción con amigos y vecinos, en especial para personas solteras y sin hijos. Sin embargo, aun siguiendo la perspectiva planteada por Rojas, el recorrido de la definición conceptual del bienestar subjetivo admite nuevas opciones: desde considerarlo “una medición cognitiva del ajuste entre los objetivos deseados y los actuales resultados de vida” (George, 1981); o “la evaluación personal que cada uno hace de sus condiciones particulares, comparada con un referente externo o sus propias aspiraciones” (Horley, 1984); e incluso “el grado en que la persona evalúa la calidad global de su vida de forma positiva” (Blanco y Díaz, 2005: 582). En este sentido, el bienestar subjetivo viene a ser el resultado de un “balance global” que la persona hace de sus oportunidades vitales, del curso de acontecimientos que ha debido afrontar y de la experiencia emocional derivada de ello. De este modo, el bienestar subjetivo no puede sino vincularse con la ausencia de problemas y la presencia de sensaciones positivas y/o de satisfacción con lo vivido. Expresamente, y siguiendo los planteos de Ryff (1989), el propósito de vida consiste en implicarse en el logro de metas significativas, esto es, que las personas definan una serie de objetivos que les permitan dotar su vida de un cierto sentido.3 Zamarrón Cassinello (2006) ha definido el bienestar subjetivo como la evaluación que una persona hace de su vida en términos cognitivos (que aluden a la evaluación del sujeto sobre su vida) y emocionales (alusivos al estado de ánimo del sujeto). El componente cognitivo evalúa la vida conforme a los estándares del propio individuo; mientras que el componente emocional señala el equilibrio entre el afecto positivo (evaluado mediante emociones específicas como el gozo, el afecto y el orgullo) y el afecto negativo (medido mediante emociones o sentimientos como la vergüenza, la culpa, la tristeza, la ira o la ansiedad). De esta forma, para la autora, el bienestar subjetivo está constituido por tres elementos fundamentales: satisfacción con la vida, afecto positivo y niveles bajos de afecto negativo. En síntesis, lo que en este trabajo proponemos es que el bienestar subjetivo experimentado por las personas –es decir, el sentirse bien– puede analizar se mediante cuatro dimensiones analíticas, a saber: a) el sentimiento de felicidad o afectividad positiva; b) el malestar psicológico o afectividad negativa (ambas para dar cuenta de la experiencia afectiva, señalada tanto por Rojas como por Zamarrón Cassinello); c) la satisfacción con la vida, para dar cuenta del balance global o devenir de la propia vida (también considerada por ambos autores); y d) la presencia/ausencia de proyectos personales, que da cuenta de la experiencia cognitiva (dimensión señalada por Rojas en su planteo conceptual). Los siguientes interrogantes, abordados con detalle en el presente documento, hallarán respuesta en una serie de análisis y afirmaciones desprendidas de la información estadística provista por la EDSA 2010-2016. ¿Cómo se manifiesta el bienestar subjetivo en la población total y cuál es su especificidad en el conjunto de las personas mayores? ¿Cuánto, cómo y hasta qué punto importan los apoyos sociales en el bienestar subjetivo? ¿Cómo se manifiesta la importancia específica de tales apoyos en el bienestar subjetivo de las personas mayores? ¿Cuáles son los factores que explican, intervienen e interactúan en el bienestar subjetivo de las personas mayores? Así, el apartado 1 expone la caracterización de las dimensiones del bienestar subjetivo en la población general y su especificidad en el grupo de personas mayores; el apartado 2 desarrolla la importancia de los apoyos sociales en el bienestar subjetivo; el apartado 3 avanza sobre la especificidad de tales apoyos en el conjunto de la población de personas mayores; y el apartado 4 presenta una serie de regresiones logísticas que dan cuenta de cuáles son los factores que explican, intervienen e interactúan en el bienestar subjetivo de las personas mayores.