EL AJUSTE DEL SIGLO: LOS SALARIOS REALES CAEN 25% DESDE 2012… Y CONTANDO.

El salario real de los trabajadores del sector privado registrado continúa en caída libre, y en 2020 se comprimirá cerca de un 5% frente al año previo. Es la tercera contracción anual consecutiva, y completa desde 2012 una baja del orden del 25%. Este ajuste acumulado en la capacidad adquisitiva de los salarios es superior al verificado en 2002 en tiempos de la salida de la convertibilidad (17%). La lesión en el salario real es más notoria aún en los empleados no registrados y en los públicos[1].

La evolución del salario real está determinada por la interacción de dos variables, el salario nominal y la inflación. El salario real se reduce cuando, tal como viene ocurriendo en los últimos tiempos, el salario nominal crece por debajo de la inflación y, por lo tanto, el asalariado pierde capacidad de compra.

El descenso del salario real en el 2019 fue la excepción de los últimos dos años impares (años electorales) en los que se insinuó una leve recuperación. Desde 2012 y hasta el 2020 se terminó de configurar una larga contracción de carácter inédito que aún no encuentra su piso, trascendiendo los colores partidarios de los eventuales gobernantes.

Fuente: Invenómica con datos del Indec y DGEyC del GCBA.

La inflación anualizada de octubre y la estimada de noviembre se ubican por encima del 50% anual, un escenario que está evidenciando una aceleración concreta frente a los meses previos de plena pandemia. La presión alcista reciente y proyectada en los precios de los alimentos y de sectores que están agazapados a la espera de una recomposición (regulados o que estuvieron contenidos por efecto de la cuarentena), conforman una realidad inflacionaria compleja para el 2021 que en un escenario probable no les permitirá a los asalariados recuperar parte del terreno perdido.

Fuente: Invenómica con datos del Indec.

Sobra el análisis que pondere la evolución del salario frente al dólar. Sea cual fuere el dólar que se considere (oficial, ahorro, solidario, blue, mep), la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados argentinos en términos de bienes y servicios importados es aún mayor. Y la distancia del sector asalariado respecto del consumo global es cada vez más marcada.

La imposibilidad de frenar la inflación y las soluciones sencillas asociadas a la devaluación del peso demostraron no tener un resultado positivo en términos de crecimiento ni de mejora en los ingresos de su población. Los errores de política económica y la inestabilidad permanente tienen un costo. Y ese costo se ve reflejado en la incapacidad de generar más y mejor trabajo para su población, en definitiva, el objetivo central de la política económica.

Pasará la pandemia y con ella los obstáculos adicionales que encontró la argentina, pero quedarán sobre la superficie los problemas irresueltos de la macroeconomía argentina de siempre: inestabilidad, falta de una moneda confiable y desequilibrios estructurales. Y mientras no se le encuentren soluciones de fondo, alguien deberá pagar el costo, como los asalariados, que perdieron nada más y nada menos que un cuarto de su poder de compra.

[1] Cayeron 5 puntos porcentuales adicionales al privado registrado desde 2016.

Fuente: Invenómica

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