La inversión extranjera directa (IED) es una fuente de progreso.
Los países que reciben mayores niveles de IED logran mayor capacidad tecnológica, inserción en cadenas internacionales de comercio y producción, mas alta tasa de inversión doméstica, empleo de más calidad, desarrollo de estándares internacionales productivos y mejor performance de su PBI.
La Argentina, parcialmente desvinculada por muchos años de los principales flujos de la economía internacional (comercio, finanzas, inversión), recibió en los últimos tiempos niveles de IED muy bajos.
Hasta 2016 fue un país cuya recepción de inversión fue mas baja que la que le correspondería según su dimensión económica. Así lo exhibe el cuadro siguiente elaborado por Cepal:
después de bajos niveles recibidos en tiempos de default, conflictivas relaciones externas y sobrerregulación e intervencionismo exacerbado (hasta 2015), sin embargo en 2016 también los niveles fueron muy bajos, porque tras el cepo cambiario (que impidió enviar utilidades al exterior y forzaba reinversión de utilidades a las multinacionales presentes en el país hasta 2015 inclusive), en 2016, con la eliminación del cepo, hubo un saldo neto de IED magro, dada la búsqueda de la compensación (salida) por parte de las empresas extranjeras en el país tras años de sobre-restricción.
Como lo muestra el cuadro siguiente, de CEPAL, la principal razón de la IED argentina en los últimos años había sido la reinversión de utilidades (forzada por el cepo) algo que no ocurría en otros países de la región en los que los aportes de capital y los prestamos entre compañías eran la principal fuente.
A la vez, como se ve en el grafico siguiente, además, la Argentina es un país -como consecuencia de tantos años de escasa recepción de IED- que tiene un stock acumulado de inversión extranjera directa (IED) muy bajo y menor que el de economías de la región que tiene un PBI más pequeño