Desempeño de la Cosecha agrícola argentina 2017 – 2018

Ya desde abril de este año, el Ministerio de Agroindustria (MINAGRO) consideraba en sus “estimaciones agrícolas” una caída significativa de la producción total de granos para el ciclo 2017 – 2018 respecto al ciclo anterior 2016–2017, en el que el output total del sector alcanzó el record histórico de 137 millones de toneladas. Según los últimos datos publicados por el mismo organismo, la producción total granaria de 2018 habría llegado a 110 millones de toneladas, confirmando las presunciones del Ministerio y arrojando una caída del 20% respecto a la cifra del año anterior. Las abundantes lluvias registradas a fines de 2017 en las zonas más productivas del país, principalmente en las provincias de Buenos Aires, La Pampa y Santa Fe; en conjunto a la sequía, una de las más importantes de los últimos 50 años y que ha llevado a las autoridades a declarar la Emergencia Agropecuaria en distintas regiones; y las nuevas precipitaciones que le siguieron, conforman los factores determinantes de los resultados aquí expuestos.

En lo referido a la cosecha gruesa, donde se destacan la soja y el maíz, los datos reportados por el MINAGRO observan una importante caída en la producción de ambos cultivos en el último ciclo (respecto del anterior): -15% para el maíz y -33% para la soja. En el caso de la soja, cultivo que en nuestro país experimentó un crecimiento sin precedentes tanto desde el punto de vista de la superficie destinada a su siembra como de la cosecha gracias al alza que observaron los precios internacionales de los commodities agrícolas en la última década, el retroceso productivo de este año, que se suma a una caída del 6% del ciclo anterior 2016-2017, estuvo explicado principalmente por una caída del rinde (producción por hectárea sembrada) que pasó de 3,1 toneladas por hectárea (tn./ha.) a tan solo 2,2 tn./ha. Si bien el desplome de los precios externos en el último quinquenio ha sido el determinante principal del retroceso productivo local de éste y otros cultivos (aunque recientemente han vuelto a mostrar signos de recuperación) y que, paralelamente, han dado lugar al desarrollo de otras actividades que habían sido postergadas (como la ganadería); el factor climático ha incidido fuertemente en el rendimiento actual de la oleaginosa (principalmente las condiciones climáticas adversas sucedidas entre diciembre de 2017 y marzo de este año). De hecho, y a pesar de que la cantidad de hectáreas sembradas con soja se redujo en tan solo 1 millón entre el ciclo pasado y éste, la producción cedió en alrededor de 18 millones de toneladas (pasando de 55 millones a 37 millones de toneladas), lo que demuestra con creces el impacto de otros factores ajenos al comportamiento de los precios y/o a las decisiones y estrategias de los productores agrícolas. No obstante, y a pesar de que el valor bruto de producción de la soja ha experimentado una caída significativa en el presente ciclo en relación a las últimas temporadas, sigue siendo el grano que mayor valor añade al PBI y uno de los más relevantes en las exportaciones nacionales.

El maíz, por otro lado, que venía de experimentar un crecimiento mayor al 20% en el ciclo anterior y había alcanzado un record histórico de 50 millones de toneladas, muestra en el presente una caída del 15% (es decir, 42 millones de toneladas). Si bien el rinde de este grano se depreció en una cuantía inferior al de la soja entre la cosecha pasada y la actual (pasando de 5,8 tn./ha. en el ciclo 2016-2017 a 4,7 tn./ha. en este ciclo), la superficie sembrada destinada a este cultivo había sido superior en alrededor de 400.000 ha., lo que permite concluir que en un contexto relativamente estable de los precios el impacto de la variable climática ha sido determinante en los resultados observados, más precisamente sobre aquellas producciones cuyas siembras se efectuaron en fechas tardías, recibiendo de pleno el impacto de la última sequía. Es importante aclarar que en el caso del maíz, el retroceso productivo de este cultivo afecta de manera directa a sus dos destinos principales, es decir a la exportación del grano y sus derivados (situación que, no obstante, podría compensarse con el incremento que viene observándose en su precio internacional) como así también en lo que respecta a su empleo como uno de los principales granos forrajeros (alimento para el ganado); lo que podría impactar en los costos de producción, en los precios esperados de la carne (al menos puertas adentro) y en las decisiones futuras de inversión del sector. Sin embargo, resulta importante aclarar que el maíz mantiene el estatus de ser el grano de mayor ponderación en el Producto Bruto Nacional (PBI) luego de la soja, en tanto que resulta el de mayor contribución a las exportaciones nacionales.

Finalmente, el trigo, que es el más representativo de la cosecha fina (o de los cultivos invernales, y a los que pueden sumarse la cebada, el centeno y la avena), fue el único cultivo de los tres analizados que mantuvo su rinde respecto al ciclo anterior (en alrededor de 3 tn./ha.) y que, a contramano de los anteriores, alcanzó un nuevo record de 18,5 millones de toneladas de producción, o alrededor de 100.000 toneladas más que la cifra registrada en 2017. Tal resultado llevó a que el valor bruto de producción de este cereal llegue a una contribución en el PBI que se estima en el 0,6%, pudiendo incluso incrementar su peso en las exportaciones nacionales de este año (2018), y que en 2017 se acercaron al 4%. En efecto, los analistas especializados en este sector estiman que la producción de trigo, en conjunto con el alza de su precio externo, compensarán las pérdidas ocasionadas a las exportaciones agrícolas debido a las caídas observadas en soja y maíz, más aún si se tiene en cuenta que muy posiblemente los productores sesguen sus decisiones de inversión hacia este cultivo en el próximo ciclo luego de observar los efectos negativos causados por la reciente sequía a la producción de los otros granos.

A pesar de estos resultados, el potencial de crecimiento agrícola del país sigue siendo muy importante debido tanto a sus condiciones naturales (según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura –FAO–, Argentina ocupa el cuarto lugar en el ranking de países con mayor superficie de tierra cultivable, con casi una hectárea per cápita, al tiempo que se ubica como uno de los más importantes productores de cultivos a nivel global) como al conjunto de medidas emanadas desde el gobierno central que buscan fomentar la actividad de manera continua (por ejemplo, con la eliminación en 2016 de las retenciones a la exportación de trigo, girasol y maíz, como así también la reducción paulatina del gravamen a la soja hasta su eliminación en 2022). De hecho, puede decirse que las condiciones fiscales reinantes han sido un factor crucial al momento de evaluar el desempeño del sector durante el ciclo anterior (2017), en el que se obtuvieron, por ejemplo, cifras record de producción en cultivos como trigo y maíz, o en el que las exportaciones de cereales y oleaginosas mantuvieron sus niveles por encima de los US$ 10.000 millones (lo que ha representado una contribución del 17% en las exportaciones totales nacionales, que alcanzaron los US$ 58.000 millones en 2017). No obstante, en este ciclo, en el que el desempeño del sector agrícola no ha sido el esperado debido a factores que escapan al control humano, como sucede con el clima; es esperable que la contribución de cultivos como la soja y el maíz a las exportaciones nacionales caigan notoriamente, pero también que, en respuesta a las facilidades aportadas desde la autoridad central y la tendencia creciente en los precios externos, el trigo, que ha logrado evadir la realidad de los otros dos cultivos, actúe como un ancla que compense tales retrocesos. En ese sentido, los datos de comercio de las últimas cosechas refuerzan esta hipótesis al indicar que el trigo viene ganando terreno año a año en la estructura de contribuciones de los granos sobre las exportaciones totales argentinas, ya que desde la temporada 2014-2015 el mencionado cultivo ha incrementado su participación en alrededor de 1 punto porcentual al año. Si se tiene en cuenta que las exportaciones nacionales podrían llegar a los US$ 60.000 millones en 2018 y se asume que el precio del trigo, como el de otros cultivos, mantendrá la actual tendencia hacia fin de año, el cereal podría alcanzar los US$ 2.400 millones en ventas externas en 2018.

En efecto, las estadísticas elaboradas periódicamente por el Banco Mundial indican que los precios de los principales cultivos analizados en este artículo mantendrán una tendencia creciente hacia fin de año, luego de haber sufrido una prolongada caída, principalmente entre los años 2012 y 2015. El maíz, que había mostrado una caída del 93% entre 2012 y 2017 (pasando de US$/Tn. 298 a US$/Tn. 155), viene mostrando alguna recuperación en 2018, llegando, en mayo de este año, a un precio medio de US$/Tn. 170. La soja, por otro lado, que también había perdido terreno en las decisiones de siembra de los productores en respuesta a la abrupta caída de su precio (pasando de un promedio de US$/Tn 590 en 2012 a caer estrepitosamente a US$/Tn. 390 en 2015), muestra una reversión en su tendencia desde 2016, habiendo recuperado a mayo de 2018 tan solo una parte de esa caída (US$/Tn. 426). Finalmente, el trigo, que había mostrado un comportamiento similar al resto de los cultivos durante el período de declive internacional, ha sido el que más dólares ha recuperado en su precio en 2018 (un 12%, pasando de US$/Tn. 176 en 2017 a un promedio de US$/Tn. 198 a mayo de 2018). En efecto, la mejora de los precios externos de estos commodities conforma una importante variable de decisión a la hora de que los productores agrícolas formen sus estrategias de producción, incentivando la , ponderó que en los últimos ciclos el IIGG y otros tributos como el IIBB, que explican la mayor parte de la recaudación fiscal obtenida de este sector, han compensado e incluso superado la pérdida sufrida por el Estado debido a la eliminación de las retenciones al trigo, estimando una recaudación que llegará a los US$ 725 millones en la campaña 2018-2019, cifra que superará en un 19% a la obtenida en 2017-2018 (US$ 610 millones) y en un 29% a la registrada en la campaña de 2015 cuando aún prevalecían los esquemas de retenciones.

A futuro, se espera que en base a las buenas condiciones naturales del país, las actuales políticas referidas a la eliminación de las retenciones aduaneras y las que puedan implementarse para revertir los niveles productivos de este ciclo tanto para la soja como el maíz –a raíz de las adversas condiciones climáticas sucedidas–, la campaña 2018-2019 muestre signos de recuperación y una continuidad de las buenas cifras para el trigo, que seguramente será el grano a seguir para las futuras inversiones en siembra. –

Fuente: KPMG

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