1. Rasgos generales de la evolución reciente
Los resultados de la economía brasileña indican que todavía existen obstáculos para el retorno a una senda de crecimiento. Tras dos años de caídas del producto interno bruto (PIB) (-3,8% en 2015 y -3,6% en 2016), en el primer trimestre de 2017 se registró un crecimiento mínimo del nivel de actividad de un 1,0% en relación con el trimestre anterior, el primer resultado positivo desde el cuarto trimestre de 2014. En 2016, con excepción de las exportaciones de bienes y servicios, que crecieron un 1,9%, todos los componentes principales de la oferta y la demanda registraron caídas significativas (-6,6% en la agricultura, -10,2% en la inversión y -10,3% en las importaciones, entre otros). En el primer trimestre de 2017, el sector agropecuario experimentó un fuerte crecimiento, del 13,4%, gracias a una cosecha récord de granos. La industria manufacturera creció un 0,9% y la extractiva mineral un 1,7%, ambas influenciadas por el incremento de las exportaciones de sus productos.
El nivel de actividad de los demás sectores, sin embargo, continuó disminuyendo. Para el conjunto de 2017, se proyecta un crecimiento económico del 0,4%. En el cuadro macroeconómico, la tasa de inflación anual se ha reducido marcadamente, de un 10,7% en 2015 a un 6,3% en 2016, mientras que en el acumulado de los últimos 12 meses hasta mayo de 2017, se situó en un 3,6%, por debajo de la meta del 4,5%. Debido a esos resultados, el banco central disminuyó la tasa de interés básica (SELIC) del 13,75% a fines de 2016 al 10,25% en junio de 2017. Sin embargo, dado que la tasa de inflación descendió más rápidamente que la tasa de interés nominal, la tasa de interés real permaneció en niveles elevados, en cerca del 7%.
Los desafíos económicos del país se centran en la recuperación de la tasa de inversión —que continuó cayendo y presentó una variación negativa del 1,6% en el primer trimestre de 2017, un nivel similar al observado en 2007— y del consumo de las familias, que se redujo por noveno trimestre seguido. El bajo dinamismo de la demanda está relacionado con la incertidumbre sobre el crecimiento futuro de la economía, ya sea por factores políticos o por restricciones económicas estructurales, como los bajos niveles de productividad y de competitividad y el elevado endeudamiento público y sus costos.