Hasta marzo, la economía argentina crecía al 3 % anual y, en un par de trimestres, pasó abruptamente a contraerse a un ritmo aproximado de 2 % anual. Hay 5 puntos porcentuales de diferencia entre ambos escenarios, que podrían explicarse por la sequía (1,5 puntos), la devaluación (otros 1,5 puntos) y la huida de capitales/aumento del riesgo país, fenómeno que estaría restando 2 puntos porcentuales adicionales al crecimiento. Si bien estos determinantes están interrelacionados, y existen “zonas grises” entre ellos, hacer esta autopsia de la recesión permite subrayar que los efectos de la sequía y la devaluación ocurren este año por “única vez”, pero que el ascenso del riesgo país, que pasó de 400 puntos en 2017 hasta 800 puntos semanas atrás, necesita ser revertido para evitar la recaída en una “estanflación”.
Las exportaciones habrán de comenzar a “remolcar” la economía, y no habría que sorprenderse si aumentan 10 mil millones de dólares en 2019, en la medida en que el clima acompañe al agro y las mejoras de competitividad cambiaria se extiendan en el tiempo, a lo que se habrá de sumar un recorte a menos de la mitad del déficit de servicios, incluido turismo. Más allá de medidas puntuales y sectoriales (Pymes, construcción), volver al sendero de crecimiento del 3 % anual (aunque estadísticamente no se refleje en 2019) requiere que el programa en marcha sea capaz de reducir, al menos en 250 puntos, la tasa de riesgo país.