En la Argentina, la mayoría de los planes de estabilización han empezado por anclar al tipo de cambio, la “madre de todas las batallas” para un país tan dolarizado. Por eso, el programa anunciado el miércoles 26, que pivotea sobre el congelamiento de la base monetaria por 9 meses, es inédito y habrá de despertar controversias y dudas, hasta que se vea si, en la práctica, puede funcionar. Aunque existan “zonas de intervención” para el mercado cambiario, por debajo y por encima de 34 y 44 pesos, el plan parece diseñado para funcionar en un sendero en el que la paridad no toque esos extremos, ya que de perforarse el techo se habrán de activar turbulencias. Habrá un aprendizaje y será inevitable mayor volatilidad cambiaria y de las tasas de interés.
Los mayores desembolsos del nuevo acuerdo con el FMI deberían alejar temores de default, por lo que el riesgo país tendría que bajar, pero esta tendencia está supeditada a lo que ocurra en el mercado cambiario. En realidad, el gobierno ha hecho “de la necesidad virtud”, ya que el régimen de metas de inflación no funcionó, al tiempo que la opción de fijar el precio de la divisa en una banda angosta requiere más dólares que los disponibles en las reservas netas del Banco Central.