Argentina y el karma de la inflación
Por Ramiro Castiñeira @rcas1
Argentina vive con inflación desde 1945. Antes no tenía inflación. De hecho, desde la revolución de mayo en 1810 hasta 1944, la inflación promedio no superó el 3% anual.
Ahora bien, desde 1945 la inflación es de dos o tres dígitos, salvo contados episodios.
El salto inflacionario no se puede explicar sin recordar la creación del BCRA en 1935. Tras su inauguración, la tentación aumentar el gasto público y financiarlo emitiendo dinero fue irresistible para muchos gobiernos, lo que trajo la inflación a la economía. En efecto, cuando el BCRA cumplía su primera década de existencia, Argentina en 1945 comenzaba a vivir con una inflación de dos dígitos para nunca más volver a la estabilidad monetaria, salvo en la convertibilidad.
El origen de la inflación es siempre el mismo. La monetización del déficit fiscal. Los 13 ceros que se le sumó al peso los últimos 74 años, sólo se explica por la monetización del déficit. Por supuesto que durante las últimas 7 décadas se recurrió a todo tipo de artilugio económico posible por frenar la inflación, pero sin nunca atacar su origen, lo que aseguró que fracase todo plan antiinflacionario.
Sin considerar los años donde se utilizaron las armas para contener los precios (que igualmente fracasaron), en los procesos democráticos los programas antinflacionarios fueron de tres tipos:
Pisar dólar, tarifas y demás precios en la economía, pero sin nunca frenar a la
maquinita. En esta estrategia se destaca en los periodos peronistas. La
combinación de pisar precios sin frenar la creación de dinero, hace que la inflación
siga su curso y se creen mercados negros por doquier. La inflación no sede y el
atraso del dólar termina asfixiando de dólares a la economía. La distancia entre el
“país real” y el “país virtual” culmina en una brusca devaluación para acortar o
anular distancias y operen nuevamente las señales de precios que permitan
equilibrar los mercados.
Precios libres, tipo de cambio unificado y utilizar la tasa de interés como nueva
ancla, pero tampoco se afloja con la creación de dinero. Destacan los periodos
no peronistas. En esta nueva dinámica el BCRA busca absorber los mismos pesos
que crea al financiar el fisco con crecientes tasas de interés para contener la
presión inflacionaria, hasta que llega el momento que el BCRA entra en el terreno
del déficit cuasifiscal. Todo termina en devaluación para licuar gastos y pasivos
del BCRA y achicar la asfixiante tasa de interés que buscaba contener los precios.
Por último, también se recurrió al endeudamiento externo para frenar la
monetización del déficit fiscal, sin reducir el déficit fiscal. Este fue la estrategia
que más éxito tuvo, al menos mientras duró el financiamiento externo. Por
supuesto, cuando se agota el crédito la inflación vuelve, y usualmente con mayor
virulencia dado que hay que bajar el consumo privado, no sólo para financiar el
gasto público, sino también los intereses de su deuda.
En definitiva, todos los programas antinflacionarios fracasaron porque ninguno reconoce
el origen del problema. Mientras tanto, ríos de tinta buscan describir el árbol, pero nunca
el bosque. Surgen teorías de Inflación importada, inflación de costos, inflación de
demanda, inflación estacional, inflación estructural y millares más, incluso el ciclo de stop
and go y la restricción externa, son todas teorías criollas que evitan el bulto: la
monetización del déficit fiscal como única causa de la inflación, estancamiento y
decadencia.