Tras los saltos cambiarios de mayo y junio, el mercado pasó a mostrarse más
estable durante todo julio, registrándose incluso un leve descenso en la cotización
del dólar, que en el cierre de esta semana continuaba moviéndose cerca de los $27
a nivel mayorista. La mayor calma cambiaria, a partir de las acciones
instrumentadas por el Banco Central, ha sido acompañada también por una gradual
normalización de otras variables financieras, registrándose un descenso en las tasas
interbancarias y del mercado de dinero, desde los picos alcanzados a mediados del
mes pasado. En la misma línea, la mayor estabilidad en el mercado de cambios
habilitó al gobierno a implementar una reducción paulatina de las ventas diarias de
divisas que venía realizando el BCRA por cuenta del Tesoro, las cuales esta semana
pasaron a USD 50 millones diarios, la mitad de lo ofrecido hasta el momento.
Por otro lado, al mismo tiempo que se observa una mayor distensión en el frente
cambiario, los efectos residuales de la suba del tipo de cambio verificada en el
bimestre mayo-junio comienzan a hacerse palpables no sólo en los datos de
inflación, sino también en los indicadores de la economía real (sumándose a los
efectos de la sequía) y del sector externo, donde diversas señales apuntan a una
corrección del desequilibrio de la cuenta corriente del balance de pagos.
En lo que hace a la actividad económica, al efecto de la sequía sobre el agro y otras
actividades conexas, se suma ahora un retroceso en la industria, junto con un alto
en el avance que venía mostrando la construcción, uno de los motores de la
expansión verificada en 2017. En particular, los datos de actividad agregada
correspondientes al mes de mayo presentaron un retroceso de 5,8% interanual
(i.a.), vinculado principalmente al comportamiento del sector agropecuario (-35%
i.a.), que tuvo una incidencia negativa de 5,76 puntos porcentuales, la cual explica
prácticamente la totalidad de la baja de la actividad agregada. Más allá de esto, un
mayor número de sectores comenzaron a mostrar variaciones negativas durante
mayo, destacándose el menor transporte de carga vinculado al agro, y una
disminución de la industria, centrada en la molienda e implementos agrícolas.
Ahora bien, esta caída de la actividad industrial, inicialmente ligada al efecto de la
sequía sobre el agro y las actividades vinculadas, pasó a mostrarse más difundida
en junio. El EMI-INDEC divulgado esta semana arrojó una baja de 8,1% interanual,
con una retracción en la mayoría de los bloques manufactureros. Se observa, por
caso, una caída más amplia en la producción de alimentos (ya no sólo ligada a la
molienda de cereales y oleaginosas), junto con un retroceso en la producción
automotriz, y un freno en las industrias proveedoras de la construcción.
En este sentido, la actividad de la construcción, que ya había ido moderando su
avance en los últimos meses, detuvo su crecimiento en junio, con una leve
disminución de 0,1% interanual. Asimismo, el segundo trimestre del año cerró con
una caída de 2,3% respecto del primero, luego de cinco trimestres consecutivos en
alza, aunque operando aquí también el efecto de las intensas lluvias que afectaron
al sector durante mayo.
Como una referencia más cercana en el tiempo, esta semana también se
conocieron los datos de recaudación tributaria del mes de julio, la cual presentó un
aumento del 23,8% interanual, en lo que fue su primera variación inferior a la del
nivel general de precios reciente, volviendo a mostrar una contracción en términos
reales. Sin embargo, este comportamiento reflejó no sólo el impacto de la sequía y
la evolución general de la actividad agregada, sino también efectos puntuales
relacionados, por ejemplo, a la postergación de los vencimientos del impuesto a las
ganancias. En particular, en lo relacionado con la actividad económica, el IVA-DGI
experimentó una variación del 33% anual, la cual si bien continúa ubicándose por
arriba de la inflación, marca una desaceleración en términos reales.
Finalmente, como se indicó, los efectos de la suba del tipo de cambio comienzan a
hacerse evidentes también en el sector externo. Las importaciones experimentaron
en junio su primera baja interanual en 19 meses (-7,5%), dando lugar a una
contracción significativa del déficit comercial, que descendió a USD 382 millones,
1/3 de los -USD 944 millones promedio de los primeros 5 meses de 2018.
En suma, la mayor estabilidad en el frente cambiario viene siendo acompañada por
una gradual descompresión de otras variables financieras, que de continuar podría
ir normalizando paulatinamente el financiamiento al sector privado. No obstante
ello, así como los datos de precios ya habían comenzado a reflejar los impactos de
la depreciación reciente del peso, otras variables vinculadas a la economía real o al
sector externo también empiezan a capturar los efectos de dichos movimientos.
Una estabilización duradera del frente cambiario y financiero, junto con una
recomposición de los salarios reales y el impulso esperado del agro asociado a la
nueva campaña de trigo, serían elementos clave para comenzar a detener esta
tendencia y encarar el 2019 con un envión positivo.